Probablemente el fariseísmo académico nunca dejará de lanzar sus iracundos anatemas contra Góngora. Muy bien. Pero tampoco ha de extinguirse la raza de seres que, diseminados por todos los rincones del mundo, escuchan, atentos y anhelantes, toda voz de belleza. Ellos son los que tienen entendimiento y lengua para juzgar, y corazón para querer. Para ellos, las Soledades de don Luis de Góngora. Dámaso Alonso.
domingo, 10 de enero de 2010
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