La poesía tiene que tener por fin la verdad práctica. La poesía enuncia las relaciones que existen entre los primeros principios y las verdades secundarias de la vida. Cada cosa tiene su lugar. La misión de la poesía es difícil, pues no se mezcla en los acontecimientos de la política, en el modo como se gobierna un pueblo. La poesía descubre las leyes que animan la política teórica, la paz universal, las refutaciones a Maquiavelo. Un poeta tiene que ser más útil que ningún otro ciudadano de su tribu. Su obra constituye el código de los diplomáticos, de los legisladores, de los maestros de la juventud. Bien lejos estamos de los Homeros, Virgilios y Clopstocks, de los Camoens y de las imaginaciones emancipadas; de los fabricantes de odas, de los mercaderes de epigramas contra la divinidad. Retornemos a Confucio, a Buda, a Sócrates, a Jesucristo, moralistas que iban por las aldeas pasando hambre! En adelante es menester contar con la razón que no opera sino sobre las facultades que presiden a la categoría de la bondad pura. Lautreamont.
domingo, 10 de enero de 2010
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