El primer estudio del hombre que quiere ser poeta es el de su propio conocimiento, de un modo total. Comienza por buscar su alma, la examina, la palpa, la comprende. Una vez que la conoce tiene que cultivarla. Esto parece cosa sencilla pero es que se trata de hacer que su alma sea monstruosa. Digo que tiene que ser un vidente, que tiene que hacerse vidente. El poeta se convierte en vidente en virtud de un largo, inmenso y razonado trastorno de todos sus sentidos. Tiene que buscar todas las formas de amor, de sufrimiento, de locura; apurar todos los venenos para no conservar dentro de sí más que la quinta esencia de ellos. Inefable tortura para la que el poeta necesita de toda la fe, de toda la fuerza sobrehumana; de ahí que se convierta, entre todos los hombres, en el gran enfermo, en el gran criminal, en el gran maldito, pero también en el sabio supremo, puesto que llega a lo desconocido, puesto que ha cultivado su alma ya de suyo más rica que la de ninguno. Llega a lo desconocido y aun cuando, demente, termine por perder la comprensión de sus visiones, el caso es que las ha visto. Que reviente en medio de los saltos que da entre cosas inauditas e innominables, ya vendrán otros horribles trabajadores que comenzarán por los horizontes donde el otro se ha derrumbado. Arthur Rimbaud.
domingo, 10 de enero de 2010
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