El Club de la Unión y el Hotel Bidart, separados y unidos por lo ancho de la calle rinden a Nueva York una especie de homenaje, una alegoría a la democracia. Como si justo el día en que al Club se le hubieran echado a perder todos sus automóviles y tuviera que tomar una micro, se le sentara al lado ese mendigo insufrible, y el Club se viera forzado a hacer en esa compañía un viaje eterno. Enrique Lihn.
domingo, 10 de enero de 2010
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