Creyóse que la humanidad había necesitado milenios para aprender a dibujar con exactitud, esto es, con verdad natural; creyóse realmente que la producción artística queda en cada momento determinada por un progreso o un retroceso en esa capacidad. Pasó inadvertido el conocimiento —tan cercano sin embargo y hasta tan obligado para el investigador que quiera comprender muchas situaciones en la historia del arte— de que esa capacidad es sólo un aspecto secundario que recibe propiamente su determinación y su regla de la voluntad, factor superior y único determinante. Mas la actual investigación en la historia del arte no puede prescindir de ese conocimiento. Para ella ha de ser axiomática la máxima siguiente: se ha podido todo lo que se ha querido, y lo que no se ha podido es porque no estaba en la dirección de la voluntad artística. La voluntad que antes pasaba por indiscutible, se convierte ahora en el problema mismo de la investigación. Ahora bien, cuando consideramos el arte pretérito, creemos percibir una diferencia notoria entre la voluntad y la capacidad; pero esa diferencia no es sino la diferencia entre nuestra voluntad artística y la voluntad de la época pretérita. Guillermo Worringer.
domingo, 10 de enero de 2010
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