domingo, 10 de enero de 2010

Por grande que fuera…

Por grande que fuera la influencia de don Luis de Góngora, también tenía detractores. Uno de ellos, el portugués Manuel de Faría y Soussa, al elogiar a Camoens atacó rudamente a Góngora. Los gongoristas del mundo entero se sintieron afectados por la ofensa hecha a su maestro, y salieron en su defensa. Lo que hoy se considera como el mejor ensayo en elogio del culteranismo fue una contestación escrita por un indio que vivía en medio de los Andes peruanos, en un pueblecito de nombre Calcauso. Este indio, llamado El Lunarejo porque tenía un lunar en la cara, tuvo una vida notable. Era un joven desconocido cuando, al visitar el obispo del Cusco su pueblo natal, recitó un poema en alabanza de Su Reverencia. El eclesiástico se llevó el niño al Cusco, lo mandó a la escuela y luego a la universidad. El muchacho tenía la inteligencia precoz. “A los doce años tañía con habilidad y despejo diversos instrumentos musicales, a los catorce, componía autos y comedias, a los dieciséis desempeñaba una cátedra de Artes”. Con el tiempo fue conocido como el Doctor Juan Espinosa y Medrano (1632-1688), el orador más brillante del Perú y exquisito escritor conceptista. En su gran Apología en favor de Góngora (1662) se revela como crítico penetrante con profunda comprensión de la poesía y clara percepción en el dominio del arte. El Lunarejo comprendió el mensaje de Góngora, su brillante imaginación, su dominio de las palabras y su motivo para enriquecer la poesía española con formas latinas. Fue el primero en advertir que había grandes semejanzas entre don Luis de Góngora y los escritores cordobeses del imperio romano, Séneca, por ejemplo, observación que ha sido utilizada desde entonces por casi todos los historiadores de la literatura. Arturo Torres Rioseco.

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