El pensamiento ruso es fermentación del espíritu, fuerza expansiva, explosiva más bien; pero nunca es claridad de espíritu como son Spinoza, Montaigne y algunos alemanes; es utilísimo para la expansión espiritual. Ningún autor de los tiempos modernos ha logrado penetrar y hurgar tanto en el espíritu como lo han hecho Tolstoi y Dostoievski. Pero ninguno de los dos ha ayudado para nada a encontrar un orden nuevo, y siempre que en caos interior, en sus abismos del intelecto, quieren encontrar el sentido de la vida, o del mundo, entonces nos perdemos todos irremisiblemente dentro de su solución. Ambos, Tolstoi y Dostoievski, se refugian en una reacción religiosa para salvarse del terror que les produce el abismo abierto, terrible, infranqueable, del nihilismo; ambos, llenos de angustia, se agarran a la cruz para no caer en la sima interior y, en una hora, dejan cubierto el cielo ruso, mientras que el rayo purificador de Nietzsche deshace todos esos cielos angustiosos y ofrece a los hombres de Europa la fe en su poder y en su libertad, como quien pusiera en sus manos el martillo sagrado. Stefan Zweig.
domingo, 10 de enero de 2010
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